En las laderas de las montañas de Nicaragua, el café se cultiva bajo sombra, es decir, en pequeñas parcelas montañosas y protegido bajo la foresta original, a la que se le añaden algunos frutales. Además, dichos árboles –cacao, laurel, banano…– aportan restos orgánicos, contribuyen a la fertilidad de los suelos, frenan la erosión y crean un microclima que retiene el agua, aspecto muy importante en un país donde el 75% del terreno cultivable se encuentra en laderas en pendiente. También se obtiene un mayor rendimiento y se mejora la biodiversidad, al servir de nicho ecológico a gran variedad de aves y otros animales, insectos, hongos e infinidad de microorganismos .